LA ENCRUCIJADA
Con el mango torcido
y un poco de pelusa,
mi escoba es un Van Gogh
con más vida que muchos
de mis poemas. Alma
es lo que tiene, quieta
y dulce allí. Mentira:
no los poemas, no
su espacio: es el vil odio
cebándome un veneno
que todo lo oscurece
lo que está muerto. Abrirse,
que lo demás no importa.
Y que dé cuenta el arte,
incluso si al final
enmudece. Habré amado.
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